Editorial: Solidaridad, el Ego ha muerto

En el mundo antiguo y en muchas culturas y grupos humanos existe la creencia de que dentro de cada ser humano se libra una batalla. El eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, entre ángeles y demonios. En el mundo real vemos las consecuencias de lo que ocurre dentro de los seres humanos: las guerras, el hambre, las pestes, el daño al ecosistema. “Lo que hace impuro al hombre no es lo que entra a su cuerpo, si no lo que sale de su corazón”.

Hemos crecido en tecnociencias, logrando cultivar alimentos modificados genéticamente y a gran escala; medicamentos y curas para diferentes patologías; formas de comunicarnos y transportarnos de forma eficiente. A pesar de todos estos logros, las personas siguen muriendo por violencia, desnutrición, y enfermedades; catástrofes solo explicadas por el egoísmo humano.  

El Ego es precisamente nuestro mayor demonio, la incapacidad de salir de nosotros mismos y de encontrarnos con los otros.  Lo contrario al Ego es la Alteridad, palabra que viene del latín “alter” que significa “otro”, y por tanto se puede traducir como otredad, o capacidad de "alternar" o cambiar la propia perspectiva del “Yo” por la del “Otro”.

Hace un par de años, una directiva de San Vicente Fundación, nos acompañó en un recorrido por el servicio de urgencias del Hospital Infantil, entusiasmada preguntó por el diagnóstico de una niña de ocho años, su condición era un Código Fucsia, con el cual se identifica a las víctimas de violencia sexual. La mujer palideció y quedando muda se ocultó detrás de una puerta sin poder contener las lágrimas. “Ante la evidencia del Mal la única respuesta son las lágrimas”, el Ego se detiene ante el llanto, se queda mudo y sin ningún poder.

La compasión supone una amenaza directa al Ego, llevándonos a una ruta más directa a la Alteridad. Nos hace comprender que nos necesitamos los unos a los otros. Hace que nos acerquemos en busca de apoyo y solidaridad. Ser solidarios, como lo dice la misma palabra, es ser sólidos, trabajar juntos, en equipo. Tu dolor es mi dolor, soy capaz de comprender y respetar tu punto de vista, soy capaz de salir de “Mí” y construir con el “Otro” un “Nos”.  

Ahí está nuestro reto como colaboradores del Hospital, en destruir la cárcel del Ego, el dolor de una existencia en soledad, en busca de ser una organización solidaria, que cuida de sí y de los otros. La alegría del darse, de volverse “Don” para los otros, hacerse “Gracia” para el vulnerable, para el que sufre, para los enfermos y para el que comparte hombro a hombro conmigo día a día.

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